17 marzo 2009

Eden: Sanders

Hacia tanto que esperaba bajo la lluvia que tenía todo el cuerpo entumecido por el frio, pese a que intentaba mover los músculos cada poco tiempo, hacía rato que no le servía de nada. El barro acumulado se le empezaba filtrar a través de la ropa mientras mantenía la posición, estirada en medio de la jungla sin que nadie la pudiese ver. Era una sombra, una sombra armada con un subfusil que a penas podía sostener con sus pequeñas manos.
Cuando la señal apareció al otro lado de la empalizada aparentemente no fue la única en alegrarse de ello, una docena de siluetas se incorporaba, a medida que lo hacia ella misma, a su alrededor. Corrieron en silencio, amparados por el escandaloso sonido de la tempestad, cruzando rápidamente el claro que les separaba de la vetusta barrera. Acto seguido la superaron con una escalera hecha con cañas.
-Casi no hay vigilancia, solo un guardia en la puerta de los barracones y dos más en el perímetro norte- les dijo el chico que les había hecho la señal desde dentro. -Comadreja, ya sabes lo que tienes que hacer con el primero.
Uno de los chicos intercambio su fusil con otro, que le proporcionó un cuchillo de desproporcionado tamaño para el muchacho que lo iba a empuñar. Comadreja se lo coloco de manera que no le molestase y echo a correr en dirección al centro del campamento.
-Bien, Sapo y Lincoln vosotros aseguradnos una salida sin problemas, esos guardias no pueden seguir ahí cuando terminemos.
Y los dos chicos que obedecían a sus dichosos motes, se separaron del grupo con un objetivo claro mientras se seguían dando órdenes, las cuales se perdían mientras la niña pensaba en porque tenían que tener todos sobrenombre. Ella tenía un nombre, uno de verdad, pero ya nadie la llamaba por él. De hecho pocas veces alguien la llamaba para algo, al igual que Comadreja, Sapo o Lincoln solo era un peón en una guerra que no entendía, en una guerra que ya ni siquiera daba dinero y en la cual las milicias locales se peleaban por las migajas de una tierra que no tenía nada que ofrecer, en la que los niños no tienen el derecho a serlo.
-¡¿Princesa!?, ¡maldita seas, te voy a pegar un puñetazo que te va a saltar los dientes si no estás atenta! ¡Espabila, hacia el barracón!
Princesa, le gustó tanto su nombre que decidido agradecérselo al listo que se lo puso arrancándole media oreja de un mordisco. Así consiguió dos cosas, que el viejo Slack muriese por una infección unos días mas tarde y que a ella la siguieran llamando así, solo para hacerla enfadar.
Rodearon el barracón hasta la puerta principal, en la que llacia el cadáver de un guardia con un visible corte en su garganta <> pensó. Lo siguiente fue rápido, se situaron en el centro de la gran y única habitación, cargaron sus armas y apuntaron a las camas. Ninguno de los hombres que dormían ni siquiera pudo gritar, de hecho seguramente ni se dieran cuenta de que estaban muriendo, pero para asegurarse de ello se distribuyeron para rematar a cada uno directamente en la cabeza.
Entonces todo saltó por los aires.
Salió despedida por una de las ventanas, aterrizando en un montón de sacos. Su uniforme ardía por su brazo izquierdo y se empezaba a abrasar la piel. Aun conmocionada por la explosión se revolcó por el suelo, haciendo que se apagase el fuego y al incorporarse y mirar al barracón pudo ver como las llamas se alzaban desde el otro lado del edificio. Un montón de gritos se alzaban ahora en la noche, gritos de adultos, gritos del enemigo. Un grupo de blindados se acercaba desde el norte con todos sus focos apuntando al campamento, uno de los cañones aun humeaba mientras el tanque volvía a la columna después de haber disparado justo donde ella se encontraba hacia unos segundos.
Quiso correr hacia el barracón, ahí estaban los suyos, pero vio a uno de los chicos huir a toda velocidad por el campamento, hasta que una sorda ráfaga de disparos lo lanzó al suelo. Después de esos tiros vinieron otros, esta vez provenientes del barracón, lo que la hizo agazaparse entre los sacos. Escuchó fuego cruzado, pero solo fueron unos segundos, momentos después vio a Comadreja aparecer por una de las ventanas, se apoyo en ella y volvió la cabeza hacia atrás, para después intentar saltar y escapar del edificio. Sus miradas se cruzaron un segundo antes de que se sacudiese fuertemente y su cuerpo se quedase colgando en el marco de madera, justo cuando el último disparo se oyó en la noche.

Siempre la misma rutina, después del despertador se levantaba e iba directa a la ducha, donde se pasaba más tiempo del debido pasando la esponja sobre el tatuaje que cubría esa fea quemadura de su brazo izquierdo, después se preparaba el desayuno y se enfundaba su uniforme de guardia del puerto espacial. No le iba especialmente mal, había conseguido estar vigilando el embarcadero de una de las naves de lujo más importantes del mundo, le pagaban bien y nadie se metía en sus asuntos, si no tuviese que despertarse tras esas pesadillas los días podían ser asquerosamente geniales. Hizo la mochila, apagó la televisión y se giró, entonces lo vio en medio en medio de la sala de estar.
-Nos dejaste morir Princesa, ¿porque no nos ayudaste? -Dijo Comadreja mientras la sangre brotaba del agujero de su frente y caía sobre la alfombra. -¿Vas a volver a esconderte mientras sucede de nuevo?
Detrás de comadreja, en la ventana, se podía ver el espectáculo de un montón de naves despegaban en todas direcciones a la luz de la puesta de sol. El despertador marcaba las ocho y se puso a sonar.

Casi se cae de la silla al despertar, la alarma del embarcadero sonaba a toda potencia y su jefe se dirigía a ella a toda velocidad.
-¿Se puede saber que has estado haciendo Sanders? Llevamos dos horas en alarma general y todo el acceso a tu bloque estaba bloqueado.-La vena de su cuello se hinchaba a medida que escupía mas frases que resonaban en la cabeza de Sanders.
-No lo sé, estaba mirando las noticias mientras vigilaba las cámaras de seguridad, hablaban de un experimento en no sé donde... entonces me debí quedar dormida.-Se defendió pobremente Sanders.
- ¿¡Dormida!? ¡Eres jodidamente estúpida ¿no?! La cuestión es que se ha declarado el estado de excepción, la Elohim va a despegar y tenemos a miles de locos en las puertas del embarcadero intentando colarse dentro.
-¿Pero porque quieren subirse a la nave? ¿Que es lo que pasa? dijo confundida Sanders.
-Todo se va al carajo Sanders, y a mí me han pagado bien para asegurarme que nuestro selecto pasaje salga de aquí con vida.- El guardia hizo una asquerosa mueca que simulaba una sonrisa.
-Son solo 30 jodidas personas, ni siquiera se había empezado la reserva de nuevos pasajeros, solo están los residentes permanentes. ¡En esa nave caben al menos 7.000 personas!
- ¿Y qué? yo solo se no voy a quedarme aquí mientras el planeta se va a la mierda. Si logro que salgan de aquí me iré con ellos, y si dejas de comportarte como una idiota tú también podrás venir.
-Pero...- Sanders intento lanzar una réplica, pero se vio interrumpida.
-¡Pero nada! que se jodan esos muertos de hambre. Mientras menos seamos más bien viviremos, tenemos suministros para toda la vida y viviremos como reyes en esa jodida nave de lujo. Que esos matados se busquen la vida, que yo viviré la mía a su salud.
Eso agotó la paciencia de Sanders, echó mano de su pistola reglamentaria, la cargó y apunto a Rogers.-Nunca me has caído bien Rogers, te he dejado hacer para que no me tocases las narices y al parecer has creído que somos algún tipo de amigos. ¿Pero sabes qué? Me das asco, me da asco tu cara y me da asco cada puta palabra que sale de tu boca. Vamos a abrir esas puertas y vamos a sacar a tanta gente como podamos de aquí.
-¿Pero qué cojones estás diciendo? Qui-qui-quita esa pistola de ahí ¿quieres? Te estoy hablando de vivir o morir idiota, ¿como te pueden preocupar esas personas a las que ni siquiera conoces? Jamás lo lograríamos con ellos.-Rogers intentaba parecer tranquilo, pero el sudor que empezaba a surcar su frente lo delataba.
-Solo hay una manera de hacer esto Rogers, o todos o ninguno, tu elijes.-Sentenció Sanders.
- Estarás de broma. ¡Maldita id...! ¡Joder, que les jodan! Podemos vivir con esos jodidos ricos en la mejor nave de recreo que hay en el mundo o morir con un montón de indeseables... venga Princesa, piénsalo bien.
Sanders apretó el gatillo y mientras el cuerpo inerte de Rogers caía sobre el cemento se sorprendió pensando en que la había hecho disparar, al fijarse de nuevo en el cuerpo se percató de que a Rogers le había dado tiempo a, disimuladamente, quitar el seguro de su pistola y empuñarla con su mano. Pero ella ni siquiera se había percatado de esto cuando le disparo entre ceja y ceja.
Sacudió su cabeza. Ya pensaría en eso mas tarde. Se guardó el arma y caminó hacia él la consola del puesto de vigilancia, en los monitores solo se veía a una multitud abarrotando todo el exterior del embarcadero.
Golpeo con fuerza un botón y pudo observar como las grandes puertas del exterior se abrían lentamente, dejando pasar a la gente que corría hacia la Elohim, la mayor nave de recreo creada por el ser humano.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito si señor, a ver si se pueden leer mas aventurillas de Sanders :3

 

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