07 julio 2010

Conciencia

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Cuando tomó su decisión noto como saltaba un interruptor en su cerebro que le prevenía de cuestionarse sus actos. No, eso no podía permitirlo, ya había estado demasiado tiempo callando y observando, demasiado tiempo participando en una locura sin sentido. Por cobarde, por adoctrinamiento o por alguna otra excusa barata que acallaba esas voces que gritaban en su interior, clamando justicia.

Cuando vio a los oficiales dar las ordenes y las escasas tropas preparar la gasolina para prender los barracones antes de escapar, simplemente no le importo que pudiese pasar. No le importo dirigirse a la caserna donde guardaban las llaves y apuñalar al guardia que medio dormitaba y no sintió como la sangre caliente le impregnaba la mano con la que apretaba fuerte el cuchillo en el pecho de su víctima.

Tampoco le importo, disparar a sangre fría a Odell y Stein cuando le sorprendieron dejando escapar a los prisioneros del barracón numero 5, no podía permitir que diesen la voz de alarma.

Solo titubeo unos segundos antes de abalanzarse contra una de las puertas, ya afectada por las llamas, después de que la llave no consiguiese hacer del todo su trabajo. Pero no le importo abrasarse las manos y el rostro si con ello lograba su objetivo.

Guió firmemente a todos los prisioneros que pudo y se abrió paso entre los que antaño fuesen sus compañeros y que ahora vislumbraba cual figuras difuminadas que casi no ofrecían resistencia al sorprenderse siendo atacados por armas de fuego cuando ahí no había otro enemigo que un montón de gente desnutrida y moribunda.

El Soldado Kellen murió abatido por tres impactos de bala de un soldado aliado que acudía a rescatar a los prisioneros de aquel campo de concentración, y que no supo ver en el mas que otro enemigo que debía abatir para poder ayudar a esa pobre gente. Liberó a cientos en su acto de rebeldía contra una barbarie sin igual y en su ultimo pensamiento pidió perdón a todos los que había dejado sufrir mientras el hacia como que miraba a otra parte.

Fue al único que se le dio una sepultura digna, por petición de los propios prisioneros.

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Este texto es pura ficción.
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04 junio 2010

El y el vacío interminable

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El aire se notaba cargado, y el ambiente frío y poco acogedor. No era de extrañar ya que se encontraba en algún sitio que no alcanzaba a entender, solo percibía una superficie lisa que hacia las veces de suelo y una oscuridad absoluta que le vendaba los ojos, robándole el sentido de la vista. Ni recordaba como había llegado allí ni recordaba el tiempo que llevaba palpando el vacío con sus manos. Sabia que tenia manos porque las había usado para tomar consciencia de si mismo, recorrió su cara, su pelo, su torso y sus piernas para intentar tranquilizarse y saber que todo estaba bien. Pero no causó el efecto deseado, solo podía sentir un miedo y unos nervios atroces ante lo desconocido.

Hasta que una luz iluminó la estancia, o lo que el creía una estancia hasta entonces, ya que aun así no alcanzaba a ver ninguna pared. solo un suelo liso y negro como el carbón. Pero allí estaba, la luz venia de un pequeño objeto que palpitaba radiandolo todo de tonos cálidos y luminosos.
Se acercó gateando, casi arrastrándose y tendió la mano presa de una curiosidad casi hipnótica. El pequeño objeto, ahora mas cerca, era una esfera no mas grande que una moneda y desprendía un calor que en aquellos momentos era lo mas acogedor que podía imaginar y desear.
Temeroso, permaneció unos segundos a pocos centímetros de ella, sin atreverse a tocarla por miedo a las consecuencias. Si la dejaba donde estaba, ese extraño objeto le proporcionaba luz, calor y una extraña sensación que lo hacia sentirse a salvo, pero nada le impedía desaparecer tal y como se había mostrado, de repente. Por el contrario, si lo hacia suyo, las consecuencias eran inciertas, quizás se quemase, quizás lo extinguiese, o quizás aquella esfera se partiría en miles de microscópicos trozos en cuanto lo rozase con la yema de sus dedos.

Se mordió ligeramente el labio inferior para hacerse reaccionar y apresó su pequeño tesoro, el cual permaneció intacto frente al contacto. Con cuidado, cerro la mano sobre el y la oscuridad lo inundó todo de nuevo mientras se incorporaba en el ya no tan frío entorno.

Y abrio la mano para descubrir que donde antes había una cálida esfera, ahora había una igual cálida llave que reposaba sobre su palma mostrando el numero 9 grabado elegantemente sobre el extraordinariamente brillante metal.

Y cerró los ojos para descubrir que en su interior no había tinieblas.
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28 enero 2010

Cotidianos: Esa Gente

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Hay una consciencia colectiva y nosotros, sin saberlo, formamos parte de ella. Una serie de situaciones y vivencias que casi todos hemos experimentado y que nos unen desde el anonimato, que nos permiten tener una inocua conversación sobre el tiempo mientras esperamos que el ascensor llegue a nuestro piso o que nos riamos con gente que aparentemente no tiene nada en común con nosotros. Hoy nos centraremos en… “Esa Gente”

Por ejemplo, esa gente que siempre, siempre, tiene la imperiosa necesidad de abrir su paraguas en un día lluvioso y caminar con el bien pegaditos a las cornisas de los edificios, para que los pobres que no tienen con qué resguardarse no puedan ni encontrar refugio y tengan que acabar esquivándoles por el centro de la calle. Bravo, os merecéis que en el primer semáforo que encontréis, aparezca un camión y os salpique enteritos, cabrones.

Y que me dices de esos que, creyéndose en una realidad alternativa, son capaces de ignorar a todo el mundo que les rodea y formar un escándalo bestial capaz de poner nervioso al mismísimo Dalai Lama. Si, hablo de los generosos que comparten la música de su móvil a toda pastilla por el altavoz, deleitándonos con los últimos éxitos de reggeton, o a esos que deciden que el vagón de metro es su guardería particular y dejan que sus pequeños diablos con patas corran, griten y te peguen saltos en el asiento de al lado, como poseídos por algún espíritu especialmente hijo de puta. Con un espécimen de estos últimos recuerdo un momento en el que yo volvía de trabajar con fiebre y temblores y los críos me tenían al borde de un ataque de nervios, el tío cuando vio que alguien con los ojos fuera de las orbitas y sudores se le ponía a gritar y insultarlo no pudo hacer otra cosa que bajarse en la siguiente parada y rezar porque no le hubiese contagiado la gripe A.

Luego tenemos la variedad de los cagaprisas, esa gente que vive en un continuo estrés y competición constante. Su sociopatía les hace cargar contra el interior de los vagones de metro cuando aun nadie ha podido salir, y ojo porque una técnica depurada durante años les hace estar a la altura de jugar la Superbowl. También podemos verles en otros momentos estelares como “me cuelo vilmente con tal de beberme el cubata medio minuto antes que tu” y “chico, chico, déjame pasar que solo llevo dos barras de pan”. Desde aquí, un llamamiento, viviréis mas años si asumís que no podéis estar en todas las colas del supermercado a la vez, tomaos una tila antes de salir de casa y veréis el mundo de otra manera.

Seguro que, a diario, te cruzas un montón de “esa gente”. Refréscame la memoria sobre ellos.
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