22 noviembre 2009

¿Que haces enredando en mi cabeza?

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Te espere durante un rato delante de aquel edificio de dos plantas y con grandes cristaleras que dejaban ver como, en su interior, un buen puñado de personas estudiaban grandes libros frente a mesas igualmente enormes. Jugué con algunas piedras haciéndolas rodar por la pendiente que hacia la calle, pero no tardaste mucho en aparecer por la puerta principal, sosteniendo un periódico que inmediatamente tiraste en la papelera que había a tu lado.

Subí dos o tres escalones mientras tu bajabas otros tantos y nos encontramos en medio de la escalera. Te agarro la cintura y me pongo de puntillas para poder estar a tu altura y besarte, notando los labios más suaves que puedo recordar. Luego agarras mi mano y bajamos el resto de escalones, hablamos y me confiesas que estas tan cansada que casi ni puedes caminar, pero ríes despreocupadamente. “Sube” te digo, mientras te ofrezco mi espalda, tu lo haces, pero te preocupa que me pueda hacer daño. “Soy más fuerte de lo que parece, no seas quejica” te respondo, y te llevo calle abajo mientras los tonos naranjas de el atardecer lo envuelven todo.

Un borrón.

Ordeno el cuarto y echo un vistazo a la comida que esta reposando en la cocina, después voy hacia el cuarto de baño, guiado por el ruido del agua y la luz que asoma bajo la puerta. Y allí estas, con una mano bajo el agua mientras con la otra sostienes el micrófono de la ducha, comprobando la temperatura mientras una nube de vapor empieza a cubrirlo todo.

Al verme sonríes, miras el micrófono de reojo y lo diriges hacia mis pantalones, que quedan empapados en segundos. Yo me agacho y me pongo de rodillas intentando quitarte el micrófono de la ducha pero lo alejas de mi mientras sigues apuntándome y riéndote sonoramente.

Eventualmente dejas que el agua vuelva a caer en la ducha y yo aprovecho para increparte simulando estar enfadado, pero no puedo. Estoy hipnotizado por tu piel clara y tu pelo recogido con prisas en un moño, dejando caer un par de mechones de pelo en tu rostro.

Te apiadas de mi y despreocupadamente te empapas la camiseta gris y holgada que llevas, como haciéndome ver que no pasa nada y que deje de quejarme, mientras yo noto un calor en las mejillas que aunque quiera no puedo atribuir al calor que empieza a causar el vapor del agua caliente. Poso mi mano en el suelo mojado y me inclino hacia ti, te abrazo y busco esos labios que tanto me gustan.

El agua fluye por el suelo del cuarto de baño desde un micrófono de ducha que yace a nuestro lado mientras nos fundimos, de rodillas, en uno solo.Recuerdo pensar “el agua va a inundarlo todo. Que le jodan a la casa”.
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21 noviembre 2009

Como pincharse con la aguja del pajar

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¿Que buscamos en los demás? ¿Que nos atrae de ellos o nos inspira? ¿Porque los rechazamos o nos esforzamos por hacer que permanezcan cerca con insistencia casi enfermiza?


Supongo que cada uno tendrá sus propios motivos, yo aun no he sabido encontrar realmente los míos, en parte porque soy un fracaso con las relaciones personales y en parte porque me suele gustar gente muy variopinta.

Muchas veces simplemente me gusta la gente por gestos que tienen, y a menudo los clasifico en menos de cinco minutos como gratos o ingratos. Se que está mal, debería intentar ver como son un poco más en profundidad, pero a veces un solo cruce de miradas me produce tal rechazo que no me siento a gusto nunca más con esa persona.

Me ha gustado gente porque me ha hablado de forma serena y clara, con seguridad, también simplemente porque sonríen siempre mientras esperan a que termines de hablar, pero no he podido soportar muchas tonterías que a otros les darían igual.

Dejando de lado las primeras impresiones, se que me gusta la gente educada que sabe cuando mandarlo todo a la mierda, los que un buen día deciden romper la rutina solo por dar una sorpresa o los que no tienen miedo de nada ni nadie.

A estos últimos creo que los admiro, porque llevo mucho tiempo intentando ser así, pero solo consigo vagos intentos que no llevan a nada, y cada intento fallido pesa un poco más, y mas, y más… pero luego los ves a ellos, tan seguros tan fuertes, con tanto futuro… que no puedes hacer otra cosa que intentar ser valiente, como ves que ellos lo son siempre.

Decía al principio que se me dan mal las relaciones personales, no se exactamente que es lo que falla, pero creo que es que soy demasiado excéntrico y a la gente le choca, entonces nunca acabo de encajar. Oh, y quizás reciba algún comentario que diga, “eso esta bien, así eres único”
Bien, ser único a veces es una gran mierda, amiguitos. De vez en cuando puedes tener ganas de gritar tan alto que se rompería el cielo del estruendo, pero no lo haces porque para los demas es como pincharse con la puta aguja del pajar, nada agradable porque no te lo esperas en absoluto.

Y quizás algún día encuentre gente que grite conmigo, con los que ser valiente ya no sea una utopía y con los que no tenga que pensar antes de hablar. Que leerán este blog y les parecerá un poco suyo.

O quien sabe, quizás no los encuentre y simplemente viviré con ello.A veces tengo miedo pensándolo, el negado social no sabe estar solo.
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11 noviembre 2009

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Me he armado con mi cutre-ingles y una foto que siempre sentí que tenia algo especial y ha salido esto. Hope u like it!
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10 noviembre 2009

Persiguiendo-la

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Conocía el sueño de memoria, por pura repetición, sabía exactamente todo lo que iba a ocurrir porque había estado ahí muchas otras veces.
Tal vez era la extraña vivacidad que este tenía, o quizás el haberlo recordado sin parar, una vez despierto, para intentar encontrarle un significado, pero sabía que notaria la frescura de la hierba en la palma de sus manos mientras se intentaba incorporar en un parque extraño, en el cual nunca estuvo, y que pocos segundos después la vería al fondo del sendero, sosteniendo una vieja cámara de fotos y concentrada mirando por el objetivo.
Inducido por la fuerza que creía notar, proveniente de los latidos de su corazón, que bombeaba deprisa, camino hacia ella a sabiendas de que no se lo pondrían nada fácil. Así fue, como en los otros sueños gemelos de este mismo, una multitud de personas se interpusieron entre el y la muchacha. Le decían cosas que ya había escuchado, frases llenas de odio, de mentiras, de resentimiento, de maldad. Pasaban, afiladas como cuchillos, intentando clavarse en el y hacerlo desistir, pero no pensaba hacerles el menor caso.
Forcejeo, gritó, golpeo y se retorció entre aquel mar de personas, al principio veía sus caras, las caras de amigos, de hermanos, de los que dicen estar cuando los necesitas, de los que nunca te dedican ninguna palabra amable, de esos que decían llevarlo por el buen camino, de aquellos que te atan con cadenas al suelo cuando quieres volar. Pero pronto dejo siquiera de mirar sus rostros, porque no importaban, el solo tenía que conseguir cruzar el sendero.
Y lo logro, llego donde se suponía que debía llegar, pero ella ya no estaba. Volvió la mirada atrás y suspiró, porque aquel gentío había desaparecido para dar paso a un jardín lleno de rosas, pero sobretodo de espinas, muchas espinas. No quiso prestar demasiada atención a aquello, porque lo había podido contemplar muchas otras noches, así que busco en el césped enfrente suyo, donde encontró aquella fotografía.
Respiró hondo, guardo la fotografía en el bolsillo de su camisa y echo a correr. Sabía que en el norte del parque había una salida, no podía recordar porque lo tenía tan claro, pero debía llegar rápido si pretendía alcanzarla. Y lo hizo, la salida del parque daba a un aparcamiento lleno de coches distribuidos de manera totalmente aleatoria, como si los hubiesen dejado caer en cualquier sitio, por capricho. Y a unos metros de el, ella, salpicada de un aura de claridad que apenas dejaba entrever sus facciones.
Se vio a si mismo gritándole, pero de su boca no escapaba ninguna palabra, aunque estas resonaran con fuerza en su corazón. Ella, pareciendo hacer caso omiso, se limito a darse la vuelta y echar a correr, lo cual sabia que ocurriría, así que no perdió tiempo en intentar llamar su atención y la persiguió. Con todas sus fuerzas corrió, esquivando los coches, intentando ganar distancia entre el y aquella figura que parecía estar cada vez más lejos.
Asi fue como, en un intento desesperado, trato de pasar por encima de un vehículo, tropezó y cayendo estrepitosamente sobre el asfalto. Al levantarse, extrañamente dolorido por unas heridas imaginarias, vio como el camino a seguir estaba bloqueado por un enorme camión, y sobre el, la chica lo miraba con un gesto, que el interpretó como pena.
Se preparó, porque conocía perfectamente la tarea que debía realizar a continuación, intentar subir por aquel camión monstruoso. Y asi lo intentó, pero no podía, cada vez que intentaba coger un asidero, este se deshacía en sus manos, hasta que pronto el camión se destrozaba, haciéndole imposible llegar arriba. Golpeó la arena que se amontonaba delante suyo y maldijo, porque aquella tortura ocurría de nuevo, la tortura de no alcanzar su meta, de verse abrumado por los obstáculos, aquella que finalizaba con una voz a su espalda y que le decía, llena de rabia, que todo era su culpa.
Y ahí debía terminar todo, pero no esta vez. Si alguien lo había seguido hasta allí solo para culparlo, se merecía que conociese su rostro, así que empezó a girar su cuerpo para mirar atrás, lo que resulto ser una tarea titánica. Notaba como se tensaban todos los músculos y todo a su alrededor se tornaba nublo, pero notaba como su respiración se hacía más ligera, lo que le indicaba que el despertar era ya inminente.
Lucho, suplicándole a su cuerpo que no despertase, mientras se esforzaba por darse la vuelta. Y donde tantas otras veces había fracasado, esta vez triunfó, miro al abismo a los ojos y este le devolvió la mirada, con sus propios ojos cargados de rabia, con su propia cara desfigurada en una mueca de asco, con su propio cuerpo retorcido en una postura imposible.
Y despertó entre sudores. Asustado y casi tembloroso, permaneció unos minutos en la oscuridad de su cuarto, hasta que convencido de que no lograría dormir de nuevo después de aquella experiencia, se levanto para prepararse algo que le calmase los nervios.
Y mientras salía de la habitación, deslizándose entre las sabanas y cayendo al suelo, una fotografía. Y en ella una figura masculina empezó a aparecer, mostrando una radiante sonrisa a la cámara.
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