03 septiembre 2008

Eden: James

Respiraba con grandes bocanadas de aire, el viejo camino de montaña que subía a lo alto de la colina no era ni demasiado empinado ni demasiado abrupto, pero a paso ligero podía llegar a agotar a cualquier persona y más aun en verano.
-Si quieres, podemos ir mas despacio -Se dirigió a su acompañante-. No hay necesidad de ir tan deprisa, aun tenemos tiempo de sobras-. Lo cierto es que James no tenia ni idea de que hora era ni de si les daría tiempo a llegar a lo alto, pero cada vez que pensaba en mirar el reloj, un terror descontrolado le recorría el cuerpo.
-Puedo seguir, no te preocupes. He subido a la colina tantas veces como tu... o quizás algunas más. -dijo Maya con cierto rintintín, mientras le dedicaba una mueca.
James y Maya se conocían practicamente desde toda la vida, pero hacia casi un año que se habían empezado a ver como algo mas que unos amigos. Maya siempre se había caracterizado por ser una chica obstinada, y cuando se enamoró de James no le dejó mas opción que sentir lo mismo por ella, lo cual no supuso ninguna tortura para el chico. Maya, a sus ojos era la mas bonita sobre la faz de la tierra, tenia algo que le embelesaba, ya fuese su sonrisa picara o sus grandes ojos verdes.
Cuando llegaron a la cima, pudieron descansar apenas un par de minutos hasta que el reloj de James empezase a pitar.
-En la television dijeron que ocurriría a las ocho, ¿ya son las ocho?.
-No, tranquila. Puse la alarma un poco antes de tiempo -Mintió James.
Los dos dirigieron sus miradas al cielo, los colores cálidos del atardecer estaban atravesados por cientos de nubes en forma de lineas, como las que dejan los aviones, y todas se dirigían en la misma dirección. <>.
Se sentaron apoyados en el viejo árbol de la colina, mirando al horizonte, como tantas otras veces habían hecho ellos y otras parejas que subían a la calma de aquel paraje. La colina de los susurros, la llamaban, porque allí subían los enamorados a susurrarse palabras dulces a los oídos.
Aaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuuuuu.... Aaaaaaaaaaaaaauuuuuuuuuuuuuuuuuuu...
Las Sirenas del pueblo empezaron a sonar.
Podía sentir la mano de Maya agarrando con fuerza la suya, mientras el la rodeaba por encima del hombro con el otro brazo. Notaba los pequeños temblores que delataban el nerviosismo de la chica. <<¿O soy yo que tiemblo de puro miedo?>>
Entonces una ráfaga suave de viento lo acarició y empezó a notar un ligero cosquilleo en todo el cuerpo. Sin duda aquello era la onda expansiva, había tardado poco en llegar pese a lo lejos que estaban ellos del origen. Ya no había marcha atrás y solo quedaba contemplar lo que fuese a ocurrir.
Al principio notó como la linea del horizonte se difuminaba, como cuando hace mucho calor y del suelo parecen subir nubes de vapor. Luego pudo ver como el rosado del cielo perdía intensidad y se teñía en cuestión de segundos del negro mas absoluto, mientras bajo el, el mundo perdía uno a uno todos los colores hasta quedar como una fotografía en blanco y negro.
Le costaba mucho respirar y notaba un zumbido en los oídos, era lo único que podía oír. Ni pajaros, ni las sirenas del pueblo, nada. Los ojos le picaban y sentía la boca pastosa, notaba su cuerpo entumecido y le costaba cada vez mas pensar. Pero lucho con todas sus fuerzas para desviar la mirada hacia Maya.
Ella lo miraba con los ojos abiertos como platos, de ellos surgían unas lágrimas extrañamente oscuras y su piel se había cubierto de pecas. Abría y cerraba los labios diciéndole algo que no lograba oír, pero su miedo decía mucho mas que sus palabras.
-Te quiero -dijo James. Pero de su boca no salio sonido alguno, por mucho que lo intentase.
Entonces por el rabillo del ojo vio como el vacio se cernia sobre todo el valle, sobre el pueblo y sobre ellos mismos.

No sabia que lo había despertado, si el dolor que sentía en la nuca o el ruido del despertador que sonaba en la habitación de sus padres. <>. Pensó James.
El reloj de la sala de estar marcaba las siete de la mañana, y en la television daban las primeras noticias del día, en ellas unos científicos de otro país estaban eufóricos acababan de poner en marcha algo que según ellos traería grandes cambios al mundo, una nueva energía que no se agotaba nunca.
James miraba fijamente la television y notó como sus cuerpo se estremeció.

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